Origen: cuando el turismo se volvió un destino
A los 20 años, Karina vivía una etapa de dudas y búsqueda. Fue entonces cuando se atrevió a hacer una pregunta clave: “¿Para qué soy buena?”. Las respuestas que recibió de familiares y amigos apuntaban a lo mismo: su personalidad sociable, alegre y su amor por los idiomas la hacían ideal para el turismo.
Así llegó a estudiar Turismo Bilingüe (inglés y portugués) en el CFT Los Leones. Desde el primer día de clases, lo tuvo claro: “Voy a trabajar en LATAM, en el aeropuerto”. No había plan B. Esa meta la acompañó desde el aula hasta su primera gran decisión profesional: elegir dónde hacer su práctica. Pese a la oposición de su profesor, Karina insistió en postular a LATAM. Lo logró, y así comenzó una trayectoria que marcaría su vida.
De la práctica al corazón del aeropuerto
Su primera experiencia fue en los tótems de autoatención, ayudando de pie a los pasajeros con su check-in. Allí, Karina aprendió rápido, tomó responsabilidades adicionales y demostró su habilidad para manejar sobreventas, buscar voluntarios y liderar cierres de vuelo. Incluso, llegó a cubrir turnos en el lobby siendo aún practicante.
En solo dos meses y medio fue contratada por LATAM. A los cuatro meses ya tenía contrato indefinido. Su ascenso fue rápido, pero bien ganado.
Karina no solo se movió entre áreas operativas —como el lobby, el counter, el embarque o back office—, sino que también exploró su vocación docente. Fue instructora interna durante tres meses, formando a nuevos colaboradores. Muchos de ellos, años después, llegaron a ser jefaturas y aún hoy la recuerdan con afecto.
Pasó por el área de atenciones especiales, embarque y finalmente back office, donde se preparan los vuelos del día siguiente: asignación de asientos para pasajeros con movilidad reducida, agrupación de familias, documentación y materiales. Un trabajo menos visible, pero esencial.
Su visión humana del aeropuerto
Para Karina, trabajar en un aeropuerto es mucho más que coordinar vuelos. Es gestionar emociones, resolver imprevistos y acompañar a personas en momentos clave de sus vidas. Su paso por distintas áreas le permitió ver al pasajero más allá del ticket, y entender que cada viaje es único.
La clave, según ella, está en la empatía, la comunicación asertiva y el aprendizaje continuo. Reconoce que el perfil del viajero ha cambiado: hoy, con las aerolíneas low cost, muchas personas vuelan por primera vez. Y eso trae nuevos desafíos, que requieren paciencia y habilidades humanas, además de técnicas.
En ese proceso, Karina se ha convertido en una experta en gestión aeroportuaria, no solo por su conocimiento de los sistemas y protocolos, sino por su capacidad para adaptarse y acompañar.
Conexiones reales, vínculos duraderos
Uno de los mayores logros de Karina no está escrito en un contrato, sino en los saludos que recibe día a día en el aeropuerto. Supervisores y colegas a los que alguna vez formó, pasajeros que la recuerdan por un gesto amable, y compañeras de uniforme que aún la llaman “profe”.
El orgullo más grande, dice, es ver cómo lo que enseñas deja huella, aunque sea muchos años después.
Una mirada sobre los cambios y la inclusión
El Aeropuerto de Santiago ha cambiado profundamente desde que Karina comenzó. Recuerda con nostalgia la antigua torre de maletas y la rotonda central. Hoy, con el nuevo terminal internacional, el crecimiento es evidente, pero también lo son las nuevas complejidades.
Destaca avances positivos, como la diversidad del personal actual y una mayor flexibilidad en los códigos estéticos. Ya no se exige una imagen única: caben más estilos, tonos de piel, edades y condiciones. Para ella, eso no solo es necesario, sino justo.
También advierte desafíos pendientes, como los accesos lejanos a los estacionamientos, poco prácticos para muchos turistas. Karina observa con claridad, y siempre con mirada crítica pero constructiva.
Su lado más personal
Karina viene de una familia humilde, y nunca pensó que podría volar en avión. Trabajar en una aerolínea le abrió no solo una carrera, sino un mundo. Su historia está tejida de esfuerzo, perseverancia y pasión por el trabajo bien hecho.
Valora los pequeños detalles: un frapuccino frutilla cream de Starbucks en medio del turno, un saludo de alguien a quien ayudó, o una conversación espontánea con un pasajero. Tiene una relación entrañable con el aeropuerto: lo conoce como un organismo vivo, cambiante, exigente y lleno de humanidad.
Una frase que la define
“El aeropuerto me enseñó que detrás de cada pasaporte hay una historia. Y que, a veces, una palabra amable puede cambiarle el viaje a alguien.”
0 comentarios